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Rodrigo Minakata

De tu capacidad de conversación depende tu liderazgo como educador.

Actualizado: 2 jun 2022

- Hoy fue mi peor día en el entrenamiento de Futbol, quisiera borrar de mi mente todo lo que pasó, no quiero volver a ver a Javier…


Así inició la conversación con mi hijo Luis de 9 años al recogerlo de su entrenamiento de Futbol del Colegio.


Le pedí que me dijera que había pasado, que me explicara más y esto es lo que me contó:


- Javier se la pasa molestando en los entrenamientos, dice que soy muy personalista, que no la paso, que me creo mucho. Ya le dije que pare de molestar, pero mientras más le digo más me dice esas cosas. La verdad es que no soy al único que molesta, también molesta a Pedro y a Agustín. No sé por qué molesta, no sé que gana. Pero lo que sí sé, es que me hizo sentir tan mal que terminé llorando y preferí salirme del entrenamiento.


Mientras escuchaba la narración de mi hijo, sentía pena por lo que le estaba pasando, por el daño que le causaba en sus emociones, por el daño que le podía hacer al equipo ese tipo de ambiente. Pero a la vez, veía que tenía que formarlo en fortaleza para enfrentar los problemas, en asertividad para comunicarse bien con su compañero, y en humildad porque quizás algo de razón tenía Javier.


Traté de poner en orden mis ideas y le dije lo siguiente:

- Luis, entiendo que te sientes mal, que te moleste que tu amigo te critique y se burle de ti y además entiendo que esas actitudes las tiene con otros niños y eso perjudica la unidad del equipo.


- ¿Has pensado cómo debes enfrenar este problema? Puedes tener la actitud de enojarte o sentirte y no hacer nada, o puedes enojarte y sentirte y sí hacer algo para solucionar. -¿Qué crees que puedes hacer?- le pregunté.


Yo le iba preguntando, sin emitir mi juicio, y él reflexionando llegó conmigo a las siguientes soluciones:


- En primer lugar platicar con Javier, decirle que pare de molestar, que a ti no te gusta que te traten así, y que eso que él hace, a ti te duele. Búscalo a solas, explícale lo que sientes cada vez que él hace eso, además dile que tú lo consideras amigo y que no quieres romper con esa amistad.


- Decirle también que has visto que molesta a otros y que eso rompe con el buen ambiente del equipo de Futbol. Que todos son parte de un equipo, y eso implica cuidar la unidad, el respeto, la cordialidad en el trato y también la amistad.


- También que, si Javier no te hace caso, se lo digas a tu maestro, que le expliques lo que sientes, lo que a ti te pasa cuando él hace eso. Y que le digas la preocupación que tienes por lo que le pueda pasar al equipo.


En este punto Luis me detuvo y me dijo, papá, ya se lo he dicho al entrenador, él se da cuenta y sí, alguna vez le ha dicho que pare de molestar, pero el entrenamiento sigue y no platica con nosotros, siento que no le da importancia.


Al escuchar esto, me di cuenta una vez más de la importancia de saber escuchar, de estar en los detalles, de dedicar tiempo a cada uno, de no pasar por alto las situaciones. Pensé, un maestro puede dar muy bien su clase, puede entrenar muy bien, incluso puede dar muy buen mensaje al grupo, pero si no se detiene con cada alumno para entender su necesidad, si no escucha y atiende a la persona, no está siendo un verdadero educador, ni un buen líder.


Seguimos pensando juntos:

- A la vez que haces eso, también debes revisar que haces tú, cual es esa conducta que hace que Javier te moleste, quizá es verdad que eres personalista, quizás no la pasas y eso genera malestar en los demás. Por lo tanto, pregunta a Javier si de verdad considera que es cierto eso que te dice y dale las gracias de que te lo diga porque te da la oportunidad de mejorar.


Mientas le decía esto, veía como Luis contenía su llanto, sus ojos estaban llenos de lagrimas y sus labios le temblaba, le pregunté si estaba bien y me dijo. Más menos Papá, me da mucho coraje que la gente se divierta a costa de los demás. Además me molesta que no cuiden al equipo.


- Te entiendo hijo- le dije -pero por eso debes hacerle ver esto a tu compañero, debes ser valiente y asertivo para decir lo que tienes que decir, para no dejarte y a la vez cuidar la relación. Porque no te olvides que eres capitán del equipo y tú más que nadie debes velar por la unidad del equipo y por ayudar a tus compañeros a ser mejores. Ser líder exige una gran responsabilidad.


Aunque me duele lo que te pasa, lo que puedo hacer por ti es darte herramientas para que tú soluciones este problema. Yo no voy a intervenir de manera directa a menos que vea que esto se sale de control.


Pero ahora estará en tus manos platicar con Javier, si no te escucha, busca al entrenador y pídele un momento para platicar esto a solas, dile que te preocupa el equipo y que tú no te sientes bien cuando esto pasa, también pídele que te diga si él cree que debes mejorar en esto de no ser personalista.


Por último, platicamos de la importancia de aprender a reírnos de nosotros mismos, de no tomarnos todo tan en serio, aprender a reírnos de esas situaciones ayuda a relajarnos.


¿Crees que puedas con esto? Sí papá, voy a poner en práctica esto que me dices, gracias por escucharme, ya me siento mejor y más tranquilo.


Gracias a ti hijo, y recuerda que siempre puedes contar conmigo


 


Puntos a reflexionar:


1. Importancia de platicar con los hijos


La calidad de tus conversaciones determina la calidad de tu liderazgo, es una verdad rotunda. Si quieres tener una presencia y autoridad moral con tus hijos, es necesario atender a las conversaciones que tienes con ellos. Cada uno de tus hijos necesita expresar sus necesidades, sus sentimientos, sus miedos, sus ilusiones, si lo escuchas y atiendes se genera una conexión profunda que da pie a indagar más, llegar más a fondo, pero sobre todo da pie a entrar a su intimidad, conocerlo, comprenderlo y poderlo ayudar más y mejor. Por el contrario, si no atiendes a lo que te cuenta, si no pones interés, con dificultad entrarás a fondo y difícilmente podrás incidir más en él.


2. Escucharlos y entender lo que sienten.


No se trata solo de escuchar, sino de comprender lo que escuchas, de ponerte en sus zapatos, de intercambiar no solo palabras, sino afectos y sentimientos, para poder sentir con el otro y poder ayudar de verdad. Para escuchar con atención, es necesario estar dispuesto a dar de nuestro tiempo, a olvidarnos de nosotros mismos, a no dejarnos llevar por el cansancio, por el activismo, por el egoísmo. Tomar en serio los problemas de los demás implica complicarnos la vida, ser generosos con el tiempo, entrar a fondo para llegar a la raíz del problema.


3. No sustituir su esfuerzo, no solucionarlo por ellos.


Llegar a fondo del problema no implica solucionarle el problema al hijo, sino orientarlo, sugerirle, aconsejarlo, guiarlo. Pero siempre animando a que sea él el que decida que hará y cómo lo hará. Él tiene que enfrentar el problema, nosotros lo acompañamos, sugerimos y motivamos, pero no hacemos por él. Aquí aplica perfectamente el principio de subsidiariedad: “tanto hijo como sea posible, y tanto papá como sea necesario”.


4. Que valoren el diálogo, que valoren el ser asertivos en el diálogo


Todo esto es una ocasión extraordinaria para valorar la importancia del diálogo, de la conversación, nuestro hijo puede ver cómo con este ejercicio de diálogo se le abren nuevas posibilidades de solución, como se serena su mente y su alma, como descubre nuevas ideas y luces para enfrentar el problema que tenía. Por el contrario si no se dialoga, se encierra uno en el problema y se ahoga en un vaso de agua. Ser asertivos es decir lo que tienes que decir en el momento y el modo adecuado, evitando los extremos, tanto el extremo de quedarnos callados ante algo que no nos gusta por miedo a quedar mal o hacer sentir mal al otro, como el otro extremo de decir las cosas de una manera agresiva sin filtro sin buenos modos. Ser asertivo es decir lo que se tiene que decir, en el momento adecuado cuidando siempre la relación.



Haber dedicado ese tiempo a mi hijo me dejó una gran lección, me hizo ver que la educación de los hijos y de los alumnos no está en grandes proyectos, sino en el detalle tan sencillo de poner atención al otro, dedicar tiempo y preocuparnos de verdad por sus necesidades.


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